LA SITUACION ESPIRITUAL DE OCCIDENTE (Parte III) 4 agosto, 2016 – Publicado en: ARTICULOS – Etiquetas: ,

LA SITUACIÓN ESPIRITUAL DE OCCIDENTE

Parte III – (Fragmento)

Revista de Estudios Tradicionales Nº 7, págs. 19-27

 

III – Cristianismo y mundo occidental

Que el Cristianismo pueda ser incluido entre las formas recurrentes asumidas por la ayuda espiritual del Oriente [1] está atestiguado en particular por San Clemente de Alejandría. En el primer libro de los «Stromati», en efecto, luego de haber aseverado cuánto debían los Griegos a la ayuda espiritual de los «Bárbaros» y de haberse referido a esos mismos intermediarios de que ya hemos hablado [2], cita el pasaje del Timeo en donde el sacerdote egipcio «muy Viejo» niega la existencia de «Viejos» entre los Griegos, comentándolo con estas palabras: «El Sacerdote egipcio tenía perfectamente razón […] Por “Viejos” entendía, supongo, a las personas que conociesen las “doctrinas antiguas”, vale decir las nuestras [toutésti tà emétera]» [3].

Este párrafo de San Clemente nos parece muy interesante por dos motivos. En primer lugar, confirma plenamente que la situación espiritual de la civilización clásica es ni más ni menos la misma que hemos estado exponiendo, decididamente en contraste —dicho sea de paso— con esa exaltación de la Grecia, «cuna de la civilización» que tan pertinazmente se inculca a los occidentales desde la infancia, a través del insoslayable instrumento de la «instrucción obligatoria». En segundo lugar, el párrafo citado conduce naturalmente a ampliar nuestra perspectiva en el tiempo y en el espacio, llegando a iluminar, por analogía, hechos y situaciones que nos pueden tocar mucho más de cerca que las del mundo clásico.
La identificación de las doctrinas fundamentales del Cristianismo con aquellas de los «Antiguos» (contrariamente a todo exclusivismo) establece su universalidad y ortodoxia tradicional originaria, y asimismo la fuente realmente «sobrenatural» del Cristianismo mismo [4] […].


[1] Más generalmente, se podría hablar de formas de ayuda espiritual procedentes de fuentes ajenas al mundo grecorromano de la época clásica y de las posteriores, fuentes que no fueron todas necesariamente orientales. En efecto, ya hemos aludido a corrientes espirituales procedentes del norte de Grecia, y se podría hacer referencia también a los Celtas, con los que aún Pitágoras habría estado en contacto; la designación misma de los Celtas, de idéntica derivación que la de los Caldeos, se refería originariamente a una casta sacerdotal, depositaria de un conocimiento tradicional conservado en Occidente y del cual debió ser partícipe la civilización atlantídea. Pero, de hecho, a partir de un determinado momento, no quedaron más que las fuentes tradicionales orientales a poder impartir ayuda espiritual de que hablamos.

[2] Véase la parte II de este estudio, en el número 5 de esta Revista.

[3] Strom. I, 180, 1-2.

[4] Al respecto, podría asimismo citarse la célebre afirmación de San Agustín según la cual lo que se llamó Cristianismo existía, ya antes de Cristo, con otro nombre; vale la pena observar que habitualmente no se sacan las consecuencias lógicas que se hallarían implícitas en esta última aserción (sin falta válida, si se la refiere a la esencia originaria de la forma tradicional cristiana), tal como sucede con la noción conexa de una «Revelación primitiva», originariamente común a toda la humanidad.

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