UN RITO MASÓNICO OLVIDADO: LA IMPOSICIÓN DEL NOMBRE DE LOS MAESTROS – DENYS ROMAN 19 agosto, 2018 – Publicado en: ARTICULOS – Etiquetas: ,

Presentamos aquí un fragmento de «Un rite maçonnique oublié: l’imposition du Nom des Maîtres», capítulo IIIº de «Réflexions d’un chrétien sur la Franc-Maçonnerie. L’arche vivante des symboles».
A quienes no están familiarizados con el tema sugerimos anteponer la lectura del capítulo XVII de Consideraciones sobre la Iniciación de René Guénon, «Nombres profanos y nombres iniciáticos», donde se brindan consideraciones fundamentales respecto de la práctica común a diversas organizaciones iniciáticas de dar al neófito un nuevo nombre, diferente del nombre profano, «nombre que corresponde a una modalidad igualmente diferente de su ser, aquella cuya realización se torna posible por la acción de la influencia espiritual transmitida por la iniciación».

UN RITO MASÓNICO OLVIDADO:
LA IMPOSICIÓN DEL NOMBRE DE LOS MAESTROS

Denys Roman

[…] Fuera de los ejemplos recién señalados, ¿debemos creer que el cambio de nombre ha sido una práctica desconocida en el conjunto de la Orden masónica? A pesar de las apariencias contrarias, no pensamos que sea así. En efecto, el «rito francés»[1], en los rituales editados aun en 1880, habla de la «joya mística de la que Hiram estaba siempre revestido, y que llevaba, en caracteres inefables, la letra G y la denominación misteriosa de los Maestros». ¿Cuál era esta denominación misteriosa? La respuesta es fácil. Todos los manuales masónicos, el de Vuillaume, el de Ragon y los de otros autores, han conservado, entre las «características» del 3.er grado del rito moderno, la siguiente fórmula: «El nombre de los Maestros es Gabaón». Gabaón era una ciudad de Palestina, hoy en día reducida a una ínfima aldea, donde se produjo el evento más «espectacular» del Antiguo Testamento. Pero antes de examinar los motivos que puedan justificar el uso de un nombre, que es el de una ciudad y no el de un hombre, para designar a todos los Maestros Masones indistintamente, debemos precisar que hay indicios ciertos que este nombre fue utilizado corrientemente en el siglo XVIII como sinónimo de Maestro Masón.

En este sentido se encuentra en el catecismo de Guillemain. Por el contrario, en una «instrucción» de la Logia «San Juan de Escocia», Logia Madre escocesa de Francia, el nombre de Gabaón, era dado a los Aprendices. Pero el indicio más seguro, es que, en el siglo XVIII, la viuda de un Maestro Masón era llamada Gabaona [Gabaonne]. Esta extraña feminización de un nombre hebreo de ciudad no podría evidentemente explicarse sino por el hecho de que la utilización del nombre Gabaón era común para designar a los Maestros.

Este nombre Gabaón era también muy célebre en algunas versiones de los rituales ingleses, versiones que, aun no siendo de las más utilizadas, no dejan de ser interesantes. En ellas Gabaón no es un nombre dado a los Maestros, sino el signo de reconocimiento del segundo grado, el cual se dice que se remonta a Josué, y que fue ejecutado cuando este guerrero pronunció las famosas palabras: «Sol, detente sobre Gabaón y, tú, luna, sobre el valle de Aialón»[2].

Aquí encontramos la explicación de la elección de este nombre para los Maestros. Sobre Gabaón se han detenido el sol y la luna; ahora bien, al comienzo de la Biblia, se dice que los dos astros fueron creados para «servir de signos para las estaciones, los días y los años”[3]. Es con su movimiento que estos dos astros señalan el curso del tiempo. Cuando ellos se detienen puede decirse que también se detiene el tiempo, tal como el día fue prolongado para permitir la victoria de Josué sobre Adonitsedeq, y como, en la tradición griega, la noche fue prolongada para permitir la concepción de Heracles.

De aquí resulta que el Maestro Masón, asimilado a Gabaón, está simbólicamente situado entre el sol y la luna inmóviles, como el Cristo en la cruz es frecuentemente representado con el sol a su derecha y la luna a su izquierda. También el Aprendiz que acaba de «recibir la Luz» ve ante él «al Sol, la Luna y al Venerable Maestro»[4]. La imagen de los dos astros detenidos sobre el Maestro Masón Gabaón, significa que éste ha pasado más allá de la condición temporal, vale decir ha alcanzado, al menos virtualmente, el punto único de nuestro mundo en que el tiempo deja de correr, donde las fantasmagorías de la sucesión dan paso a la conciencia de la inmutable realidad, en la cual los aspectos relativos y contingentes que llamamos «pasado» y «futuro», se desvanecen en la «permanente actualidad» del «eterno presente».

El ser que se ha identificado con este punto ha alcanzado por esto mismo la «fuente de la Juventud», puesto que, para él, el pasado ha muerto. En la tradición de los «Fedeli d’Amore», esta fuente está siempre representada como situada al pie de un árbol, evidentemente la acacia, árbol que estaba plantado en la localidad de Shittim, es decir en el lugar desde el cual Josué partió a la conquista de la Tierra prometida[5], y que es también el «árbol de la vida» del Jardín del Edén. Las aguas de la «fuente de la Juventud», «bebida de inmortalidad», brotan del centro del mundo, lo que recuerda la fórmula según la cual «un Maestro Masón no se aparta jamás del centro y se encuentra siempre entre la escuadra y el compás»[6].
Pero la cima de Gabaón fue también testigo de otro evento extraordinario. Fue allí donde al comienzo de su reinado el rey Salomón subió para ofrecer sus sacrificios. Allí tuvo un sueño en el cual el Eterno le dijo: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Salomón pidió «un corazón inteligente» y el Eterno le concedió, no sólo la Sabiduría (atributo de la casta sacerdotal), sino también las riquezas (atributo de la casta comercial) y la gloria (atributo de la casta guerrera)[7]. Lo que resulta muy curioso es que en la Biblia el relato de este sueño es inmediatamente seguido por el famoso «juicio» que Salomón pronunció entre las dos madres que se disputaban al mismo niño, pasando luego al relato del comienzo de la construcción del templo de Jerusalén[8].

No nos extenderemos en las demás razones que puedan haber motivado la elección de la palabra Gabaón como «nombre de los Maestros». Esta palabra, en hebreo, designa a una colina de cima redondeada. Advertiremos, para terminar, que cada Maestro Masón, llamándose Gabaón, no tiene un nombre distinto del que tienen los demás Maestros, lo que indica que todos han llegado al lugar donde se ha reunido «lo que estaba disperso».

La historia de Josué deteniendo al Sol, ha sido, después del siglo XVIII, la burla de todos los «espíritus fuertes» que se han empeñado en demostrar la imposibilidad de tal fenómeno. Sin embargo, el Libro sagrado permanece tal como fue escrito hace ya algunos milenios y sabemos que contiene «palabras que no pasarán». ¿Habrán sido las críticas de estos «espíritus fuertes» las que han incitado al rito francés al abandono de un uso tan importante como la asignación del «nombre de los Maestros»? De todos modos, creemos haber demostrado que este rito conserva, aun hoy, trazas de este uso, vestigios incomprendidos de un pasado más tradicional que el presente. El olvido del «nombre de los Maestros» se debe, evidentemente, a las sucesivas «modernizaciones» que los rituales franceses han sufrido y que fueron realizadas por Masones imbuidos de espíritu profano, completamente ignorantes de todo lo que se refiere al simbolismo. Hoy, la obra que sería útil emprender es la de restablecer todas las fórmulas y usos desaparecidos. ¿Quién sabe si, entre los materiales desechados por los constructores ignorantes, no se encuentra esta «piedra blanca», piedra angular y «piedra oculta de los Sabios», la cual no es otra que la Palabra perdida?

 


[1]. Rito francés o Rito moderno. Se sabe que es el rito practicado por el Gran Oriente de Francia [y actualmente también por la «Gran Logia Nacional Francesa»].

[2]. Josué, X, 12.

[3]. Génesis, I, 14.

[4]. En la Carbonería los tres dignatarios de una «Venta» llevan los nombres de «Maestro de la Cabaña», «Maestro del Sol» y «Maestros de la Luna».

[5]. Josué, II, 1.

[6]. Cf. R. Guénon, El simbolismo de la Cruz, cap. IX, «El árbol del medio» [y también La Gran Tríada, cap. XV, «Entre la escuadra y el compás»].

[7]. Conviene recordar que, entre los pueblos antiguos, las riquezas, especialmente bajo la forma de joyas y telas preciosas, eran un elemento indispensable de la Belleza. Es por ello que en el Vishnu-Purana, donde se describen las condiciones propias del Kali Yuga, se deploran los días de pobreza en los que «las mujeres sólo tendrán su cabellera para arreglarse» (libro VI, cap. I). Por otra parte, la gloria, en particular bajo la forma militar, tiene relaciones evidentes con la fuerza. En el monte Gabaón, Salomón recibió los dones de la Sabiduría, Fuerza y Belleza (las tres Columnas del Templo masónico). En los antiguos rituales del 2º grado se dice que el Venerable Maestro está vestido «de oro, de púrpura y de azul», tres colores que se relacionan con las riquezas, la gloria y la sabiduría, «los tres dones que el Gran Geómetra del Universo dio al rey Salomón».

[8]. Reyes I, cap. III y V. Se podría establecer un parangón entre el juicio «de Salomón» y el «juicio de Paris» de la tradición griega. Por una parte, Salomón, tipo de los iniciados, pide la Sabiduría (aspecto divino superior), y recibe «por añadidura» Fuerza y Belleza. Su elección lleva a la construcción del templo donde residirá la «Paz». Por otra parte, Paris, modelo de los profanos, despreciando la Sabiduría ofrecida por Minerva y el Poder ofrecido por Juno, reina de los Imperios, escoge el favor de Venus, diosa de la Belleza (aspecto divino inferior). Esta elección provoca la guerra que llevará a la ruina de la ciudad de Troya. Hay que notar también que Minerva, cuya acción fue determinante en la caída de Ilión (cf. la historia del «paladio»), era la diosa de la Sabiduría, de la guerra y de las artes, es decir de la Sabiduría, de la Fuerza y de la Belleza. Habiendo nacido de un golpe de hacha, vale decir hija del rayo, ella es quien rige todas las iniciaciones. Es un aspecto del Gran Arquitecto, habiendo diseñado los planos de la nave Argo, «la primera de todas las naves» y que es por esto una imagen del arca. Invencible en los combates, es ella sin embargo quien hace nacer al olivo, símbolo de la paz, de la luz y de la abundancia. Los Pitagóricos llamaban «Minerva» al triángulo equilátero o Delta. Le consagraron el número siete, el único de los números de la década que no tiene múltiplos ni submúltiplos, así como Minerva no tiene madre ni hijos. Finalmente, Minerva era la patrona de los Colegios de artesanos, como da fe este epigrama recogido de la Antología Palatina: «Un nivel con una plomada, un mazo de madera, una sólida hacha para rajar los tocones, un cordel rojo resonando bajo los dedos que lo alzan; he aquí lo que te consagra el carpintero Léontique, joven diosa de ojos garzos; pues los años le han quitado la fuerza para servirse de ellos».

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